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En una sociedad donde el valor de lo económico se impone a las emociones, el arte es la esperanza. Sin el arte no hay humanidad, sin los artistas no hay futuro. Ellos nos recuerdan cada día, con sus obras, que la utopía es posible, que las emociones son nuestra verdadera fuente de placer, que la sociedad puede y debe cambiar.

Frente a una obra de arte, las emociones se nos agolpan. Es posible que algunas no conecten con nuestro yo más profundo. Pero, en términos generales, el arte no deja a nadie indiferente porque somos parte de él. Somos uno con las profundas raíces que eleva ese gran árbol en el que nos cobijamos cuando todo nos abruma o nos aburre. Entonces  nos dejamos mecer por la música, llevar por la imagen, cobijar por la ropa o, por qué no, embelesar con la pintura o la escultura.

Eso es posible porque los artistas son el alma de la sociedad. Ellos hacen real lo irreal. Hay quien afirma, y yo lo comparto, que Julio Verne puso al hombre en la luna antes que los ingenieros. Es más: puso a todos sus lectores en la luna antes que ningún científico. Los creadores tiene la grandeza, proyectar el futuro en el presente, hacer que hoy se disfrute del mañana. Sin ellos la sociedad, nuestra sociedad, quedaría vacía de sentido.

Y en el  caso de los que se reúnen en esta exposición, hay que señalar que suman dos condiciones fundamentales para la sociedad: son artistas y profesores. Y combinar ambas cosas nunca es fácil. Sobre todo en una sociedad donde no se valora ni el arte, ni la educación y eso que sin ambos el futuro es imposible. Durante años lo han construido con su obra, pero también con cada uno de los alumnos.

A ellos les han proporcionado la sensibilidad, la capacidad y las herramientas necesarias para descubrirse a sí mismos e interpretar todo lo que les rodea. Y lo más importante: aquí, en este catálogo, en esta exposición, se muestran tal y como son, sin adornos, ni filtros. Tampoco los necesitan.

Olvidemos lo que sabemos, dejémonos llevar por el placer. Por el placer de no pensar en el tiempo mientras vemos estas obras. Por el placer de abandonarnos a las emociones que nos despierten. Por el placer de sentir cómo nos llenamos de formas, de pensamientos, de razones. Por el simple y llano placer de aprender.

                                                                      Andrés J. Moreno. Profesor del IES Infanta Elena